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Capturas de ficción

AVE

Silencio

- Ajá, contestó mientras contemplaba su reflejo en la ventanilla del tren. Con el dedo índice hizo el gesto de estirarse la piel de los ojos. Pensó que cada vez era más difícil disimular las patas de gallo. Se preguntó cómo harían las mujeres mientras manoseaba los auriculares con los que, hasta un minuto antes, había estado escuchando una película de gángsters que veía por cuarta vez este mes.

- ¿Es imprescindible que nos veamos por la tarde? preguntó. Las almohadillas de los auriculares se deshicieron entre sus dedos.

- Bien, mañana pues. A las seis.

Giró la cabeza hacia su mujer, sentada al lado. Olía a la misma laca que usaba desde hace treinta y cinco años. Esa misma mañana había ido a la peluquería. La vio muy guapa. Sin patas de gallo. Ella, sintiéndose observada, le miró.

- Nada, la adjunta de mi jefe. Que me reúna con ella mañana. No tienen ningún respeto convocándome en mi tiempo libre.

Su mujer le miró un segundo y, enseguida, regresó a las páginas del Hola que hojeaba sin demasiado interés.

- Ya..., asintió en voz baja.

No se sentía decepcionada ni preocupada. Lo que le sorprendía es que su marido pensase que todavía colaba. Cerró la revista y apoyó la cabeza recién peinada sobre el asiento. Lo que le molestaba de verdad no era que se acostase con otras. Era que la tomase por tonta.

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