Me mudo
Ha llegado el tiempo de mudanza. Todos aquellos que tengan curiosidad por leer lo que modesta e intermitentemente escribo, dirigirse a www.carlosvilchez.com.
un abrazo a todos.
Ha llegado el tiempo de mudanza. Todos aquellos que tengan curiosidad por leer lo que modesta e intermitentemente escribo, dirigirse a www.carlosvilchez.com.
un abrazo a todos.
Al verte tiemblo,
y la tierra se mueve
bajo mis pies
La brisa roza
tu rostro y regresa
hermosa a mí.
Der dichte Nebel
der so tief in der Nacht kommt
hört Ihren Seufzer
(La densa niebla
que en la noche tan profunda se acerca
escucha su suspiro)
Esther Ropón
Si no te tengo,
el fuego que me mata
me deja frío
El agua fluye.
Todas mis pesadillas
se van con ella
Ruido. Agitación. Volumen. Velocidad. Vértigo. Descontrol. Consumo. Placer. Inmediatez. Calma... Vida.
Como siempre Colombia-Tribunal. Colombia-Tribunal con transbordo en Nuevos Ministerios. Como siempre a las siete treinta y cinco de la mañana. Cinco días a la semana. Cincuenta y dos semanas al año. La misma hora. El mismo trayecto.
Siempre apura el sueño hasta el máximo. Hasta que ya no tiene más tiempo que para una ducha rápida y vestirse.
Por eso aprovecha los veinticinco minutos de trayecto para desayunar algo. Saca un pequeño recipiente de plástico de su mochila color camel en el que la noche anterior había puesto una fruta troceada o un sándwich de jamón que come a bocados cortos y muy lentamente. Nada sofisticado.
Mientras que la mayoría del pasaje mata el tiempo leyendo un libro en edición de bolsillo o el diario gratuito que habían entregado a las puertas de la estación, él dejaba que su mirada se perdiese en un objetivo cercano, sin más propósito que la pura abstracción.
Pero el pasado martes se fijó en ella. Era menuda, morena, de ojos oscuros, redondos. Se los imaginó expresivos. Expresivos y con la mirada perdida. Como él, parecía estar en otro mundo. Su físico le recordaba a Natalie Portman, aunque luego se reconoció a sí mismo que no se parecían en nada.
Su tez era morena, de una tonalidad que le permitía disimular un cutis imperfecto en el que se podía rastrear el ligero impacto del acné. Fue incapaz de determinar su edad con exactitud.
-Hoy las chicas desarrollan rápido y no te puedes fiar de su físico, pensó.
Su cara estaba bien formada. Pequeña, alargada, con cierto protagonismo de un mentón bien estructurado y unos labios tendentes a la carnosidad. Y sus ojos. Negros y grandes. Que no pudo apreciar en su plenitud, pues casi no levantó la mirada del suelo. Ese misterio le tenía fascinado. Intentó provocar un contacto visual mirándola fijamente con el propósito que tuviese la sensación de que alguien la estaba mirando y forzar que levantase la cabeza para averiguar quién era. Pero nada.
No era objetivamente guapa. La atracción se mueve por otros senderos.
La chica tenía unos diminutos auriculares conectados a su móvil, un Nokia N97 de última generación.
Sin apenas darse cuenta comenzó a fantasear sobre quién podía ser, de donde venía y a qué se dedicaba. Se vio construyendo una vida ajena sin reparar en el hecho de que le añadía las gotas de fantasía de las que su propia vida carecía.
Cuando se quiso dar cuenta, se había pasado dos paradas y se vio corriendo a toda prisa para coger un tren de vuelta.
Esa mañana, por primera vez en siete años, tuvo que dar explicaciones en el trabajo por llegar tarde.
El Mar. La arena blanca de una playa. La sonrisa de mis hijos. La escena de la cocina de Johnny Guitar. A Kind of Blue. El roce de unos pies en la cama. El vino de Borgoña. El olor del café. Una tarde de lluvia en casa. Tristán e Isolda. Un cuento de Melville. El cine de John Ford. La cocina de Andoni Luis Andúriz. Debussy. Pet Sounds. Edward Hopper. Recibir un sms en el momento oportuno. Comer. Dormir.
El sol quema la piel como si fuera un yunque.
Un grupo de buceadores se anima a sí mismo mientras se sumerge en el agua fría del Atlántico.
Unas niñas rien nerviosas, mezcla de admiración y tontería adolescente.
Y una chica exhibe orgullosa sus pechos recién operados.
Menos playa de la que hubiera deseado. Más tiempo muerto del que hubiera querido. Pensar ¿para qué? El té sabe mejor en soledad.
Rufus cantó anoche en Tenerife. Sólo su voz y un piano. Sólo su voz y una guitarra. Desnudo, directo, desgarrado. Con sentido del humor y sin sentido del ridículo. Enorme.
Se graban los temas en un taxi. De esos londinenses, negros, amplios. Muy indie, pero son graciosos. Es Martha Wainwright, pero hay más aquí.
El agua del mar moja mis pies. Estoy en otro lugar.
Me dejo caer sobre la hierba recién cortada. Hace calor. Mucho calor. La sombra del cedro azul me acoge. La respiración se hace pesada. A veces cuesta. Noto que las pulsaciones disminuyen y casi puedo sentir la circulación de mi propia sangre. Cierro los ojos y me dejo llevar. Las voces a mi alrededor se diluyen. Sudar puede ser placentero. Una tarde de verano. En el jardín.