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Capturas de ficción

Deseos

Un sueño. Dejar que el tiempo se consuma bajo la sombra de un olivo. Un deseo. Ser dueño de mi tiempo. Una paradoja. Para ser dueño de mi tiempo necesito invertir más tiempo. Una salida. El buen salvaje.

Una copa de vino en las películas

¿No se han fijado ustedes en que en las películas norteamericanas, cuando cocinan, siempre tienen una copa de vino en la mano?

El vino se asocia, inconscientemente, a la sensualidad. Cocinar es un acto puramente sensual. Pocas cosas más sexys que ver a tu pareja cocinar. Quizás sea por la cantidad de sentidos que ello requiere, por el puro arte de crear o por lo primario del manejo de los alimentos. Cocinar es un juego, y si los dos participan, mucho mejor.

Y el vino juega su papel al margen de arquetípicas imágenes cinematográficas yanquis. La capacidad que tiene el vino como elemento catalizador para el contacto humano obra milagros. El vino es capaz, como pocas cosas, de ponernos a flor de piel. Y existen alternativas para todos los paladares.

Si lo prefieren blanco, bien porque hace calor o bien por que les gusta más, lo ideal es un vino fresco, pero con personalidad. Un chardonnay, un godello con madera o un viura con barrica (ideal un Belondrade y Lurtón o un Finca Apolonia, los dos de la misma bodega). Para tintos yo les aconsejaría alguno de cariz elegante, no muy tánico o agresivo. Un rioja moderno como Viñas de Gaín o, en el ideal, un merlot de Burdeos o un pinot noir de Borgoña.

Y si se sienten chisposos... ¡champán!.

Que disfruten...

Vinos de playa para un día de sol

El verano llega. El buen  tiempo se apropia de nuestras playas y no hay nada más estimulante que dar un paseo por ellas y dejarse envolver por el aroma a mar, a agua salada y a grandes espacios abiertos. Estos días estamos en Las Palmas de Gran Canaria asistiendo al festival Arrecife de las Músicas, una iniciativa dedicada a las músicas del mundo. Un ejemplo de diversidad y tolerancia que se celebra todos los años en el Auditorio Alfredo Kraus y que está organizado por Dania Dévora, responsable, asimismo, de los festivales Womad en España o Fuertemúsica.

Es cierto que los restaurantes de playa, en general, no ofrecen una cocina de calidad, pero si se sabe buscar se encuentran sitios estupendos. Restaurantes que manejan una materia prima fresca y de calidad. Pescados de la tierra recién capturados en las aguas de la zona. En la playa de Las Canteras, una de las mejores playas de ciudad que uno pueda imaginarse, hay algunos sitios de este tipo. Y para acompañar una vieja, un cherne o algún pescado de roca nada mejor que un vino local. Los vinos blancos de Canarias no son excesivamente complejos, pero sí resultan frescos y sabrosos. Etiquetas como las de El Grifo, de Lanzarote, o Bermejo, resultan ideales para este propósito. Y si no tiene prejuicios, pruebe un rosado de uva listán. Los mejores, los de Tenerife, de las denominaciones de origen Valle de Güímar o Tacoronte Acentejo. Formas de pasar una agradable tarde de playa. Un trocito de paraíso para nosotros.

Un carácter expansivo

Un carácter expansivo

La noticia no por esperada ha dejado de causar estupor: Mstislav Rostropovich falleció anoche después de que el cáncer de hígado que padecía se complicase en las últimas semanas. Con él se va una de las voces musicales más comprometidas política y culturalmente, y al mismo tiempo más populares, del pasado siglo. Pertenece al exclusivo grupo de músicos cuyo nombre era conocido y admirado incluso por aquellos que no sabían nada de música clásica (estatus que compartía con, por ejemplo, Herbert von Karajan, Arturo Toscanini, Leonard Bernstein o Maria Callas).

Deja un legado musical enorme. Fue amigo de Shostakovich, Prokofiev y Britten. Y los tres escribieron obras para él. Poseía un repertorio vastísimo que quedó bien reflejado en la grabación de innumerables discos. Lo tocó prácticamente todo y en muchas obras sentó cátedra. Como director no despuntó tanto, pero tenía oficio y era resolutivo.

Su compromiso político le llevó a defender públicamente, junto a su mujer, la gran soprano Galina Vishnevskaya, al escritor disidente y premio nobel Alexander Solzhenitsyn, lo que le causó no pocos problemas con la cúpula política soviética. En 1974 tuvo que abandonar su país y cuatro años más tarde le fue retirada la nacionalidad soviética. Gestos de una importancia capital en tiempos de guerra fría. No volvería a su tierra hasta 1990, tras la caída del muro de Berlín.

A Rostropovich lo conocí hace trece años. Compartimos un viaje en barco en el que rechazó viajar en primera para compartir chistes y bromas con los miembros de la orquesta con la que tocaba el Concierto para Chelo de Dvorak. Más bien para compartir chistes con los miembros femeninos de la orquesta, sobre las que ejercía una gran fascinación. Trasmitía vitalidad, era un hombre excesivo dentro y fuera de los escenarios. Le encantaba comer y beber, y raramente mostraba contrariedad ante cualquier situación. A pesar de ser (junto a Pau Casals) el más célebre violonchelista del Siglo XX, no le dolían prendas reconocer, por ejemplo, que no tocaba el Concierto de Elgar porque un día se lo escuchó a Jaqueline du Pré y llegó a la conclusión de que estaba todo dicho y no podría jamás superarlo. Afirmaba que sólo aspiraba a divertirse sobre un escenario, aunque muchos le acusaron de prolongar en exceso su carrera por su excesiva afición por el dinero. Este tipo de personas siempre crean controversia.

Fue un artista irrepetible. Un encantador de serpientes extrovertido y vital.

Gastronomía de terruño

¿Justifica la búsqueda de una cocina vanguardista la desvinculación de tus raíces? Asistimos cada día a restaurantes con buenas ideas y un proyecto con capacidad de llegar más allá que el simple fenómeno alimenticio, pero que por culpa de un sentido vanguardista mal entendido pierden la esencia en favor de una técnica que, en ese caso, de poco le sirve. Nada se gana por intentar impresionar a un comensal sin excesivo criterio si no se aporta nada a la experiencia.

La gastronomía desvinculada de sus raíces y de sus productos hace que pierda personalidad. A menos que articules algo tan nuevo que te sitúe al margen de cualquier clasificación, pero hablamos de un grupo tan escaso que no se puede contar con ellos. Los productos imprimen carácter y otorgan sabores. Son el reflejo de una cultura de la que la gastronomía es uno de sus principales referentes. Es la cadena de transmisión generacional más pura y básica.

Todos los grandes cocineros de este país (y de fuera) mantienen su apego a la tierra. Hacen evolucionar su gastronomía desde sus propios cimientos. Y eso los hace grandes. Es la grandeza de Manolo de la Osa en La Mancha, de Santi Santamaría, Carme Ruscalleda, Joan Roca o Ferrán Adriá en Cataluña. De Arzak, Subijana o Berasategui en Euskadi, de Dani García en Andalucía o de Toño Pérez en Extremadura. Ejemplos de una gastronomía racional tan vanguardista que no lo parece.

Los vinos de años extraordinarios

Al hilo del post anterior, la pregunta del amable lector (o lectora) resulta de lo más acertada. La política de las bodegas ante situaciones provocadas por la extraordinaria repercusión de ciertos vinos se parece mucho al mercado de objetos valiosos o a la bolsa. La demanda crece, la producción es escasa, los precios se disparan. Pero no se disparan tan solo porque las bodegas suban el precio o retengan la mercancía. Los intermediarios quieren sacar tajada y dosifican la distribución. Con ello logran crear expectación entre los inversores y aficionados, y garantizan un buen negocio. Por ello, los bodegueros les culpan de la actual situación.

Se da el caso, por ejemplo, que las bodegas de burdeos o de borgoña no fijan el precio ni sacan al mercado sus vinos hasta que no los haya catado y puntuado Robert Parker. Si, es cierto. El vino es una inversión económica que ha ganado adeptos en todo el mundo. Grandes fortunas norteamericanas y japonesas copan las grandes añadas con propósitos meramente crematísticos. Aspecto este que le resta romanticismo al placer que provoca degustar una botella de un gran vino. Todo ello provoca una absurda escalada de precios. ¿Cómo es posible que un vino pueda costar 1000 € recién salido de la bodega?

En España se corre el riesgo de que suceda lo mismo. Ya es imposible encontrar un Contador 2004 por menos de 300 €. Clos Erasmus o Viña el Pisón son vinos de 110-120 € la botella. ¿A qué ya no lo encuentran a ese precio? Se admiten apuestas...

¿Han comenzado los vinos españoles a ser buenos?

¿Han comenzado los vinos españoles a ser buenos?

La noticia de que el gurú de la crítica vinícola mundial Robert Parker ha otorgado 100 puntos a cinco vinos españoles (Viña El Pisón , Contador, Termanthia , Clos Erasmus y Pingus , todos de 2004) ha supuesto un respaldo internacional que se puede considerar histórico. Sin embargo, no deja de mostrar los prejuicios que siempre han existido respecto a la calidad de una producción que hace ya varios lustros que se ha situado en primerísima linea. No hay que saludarlo como una revelación, sino como un hecho de pura justicia.

Si damos por sentado que los vinos franceses son inalcanzables (se encuentran a años luz del resto del mundo) la nueva generación de grandes vinos españoles se codea sin ningún tipo de complejos con los grandes italianos y americanos. Pero, si lo tratamos de forma global, la calidad media de nuestros vinos los supera. Eso es incontestable.

Si simplificamos, se trataría de un simple problema de marketing. El vino español nunca se ha sabido vender fuera. Si exceptuamos bodegas como Torres u otras pocas, la presencia de vinos españoles en las cartas de los restaurantes de las principales capitales y ciudades de Europa y Norteamérica es exigua. De ahí que nos consideren exóticos frente a la maquinaria propagandística e industrial de los vinos australianos (dominadores del segmento medio-bajo de consumo) y norteamericanos, a los que se les ha sumado Sudáfrica y otros países emergentes.

Eso sí, un privilegio como éste traerá como consecuencia inmediata el aumento exponencial del precio de unos vinos que en los últimos años ya de por sí han visto crecer su coste. Un consejo: compren antes de que esto suceda.

 

Vinos y música

Vinos y música

Recojo el testigo de L.L. y comienzo a darle vueltas a la asociación de determinados vinos a la música de ciertos compositores u obras. Me parece interesante porque se pueden producir algunos emparejamientos estimulantes. Pongamos por caso a Chopin. Su música para piano es perfecta para pasar un día de lluvia en casa, con la chimenea encendida y con una copa de un vino cálido y acogedor. Una buena elección sería un San Vicente, rioja de tempranillo peludo que resulta sedoso, aromático e íntimo.

A la sensualidad de Stravinsky le iría un vino sexy y descarado, de corte moderno, sabroso. Como Alión, un Ribera del Duero hecho con Tinto Fino por el mismo equipo de Vega Sicilia. Prueben a escuchar La Consagración de la Primavera o El Pájaro de Fuego con una copa de este vino y sabrán de qué les hablo. Otro compositor vinícola es Debussy. Una de mis composiciones preferidas son Los Preludios para piano, y si están interpretados por Krystian Zimerman, mejor. No se me ocurre mejor combinación que estas pequeñas piezas acompañadas por un buen borgoña. Por ejemplo, un Chambertin elegante, sedoso, de un increíble color rojo rubí. Para este vino existen grandes bodegas. Entre mis preferidas se encuentran Armand Rousseau, Jadot o Leroy (este último sólo para bolsillos realmente holgados).

A Brahms le iría perfecto un riesling de Alsacia, un blanco maduro y sabio, de carácter y muy aromático. Zind-Humbrecht podría considerarse una bodega perfecta por la amplia gama de sus vinos y su increíble calidad. O un Clos st. Hune de Trimbach, uno de los riesling más gloriosos que se puedan imaginar.

Wagner es idóneo para un vino mineral, mercurial. Un Priorat. Un Finca Dofí o un Clos Erasmus que te atan a la tierra y te narran sus pasiones. También resultan perfectos los vinos del Ródano francés. Un Hermitage o un Chateauneuf du Pape firmado por Chapoutier, Guigal o Chave ponen los pelos de punta, igual que la música del autor de Tristán e Isolda, que es capaz de generar la mayor de las fascinaciones.

Para acabar una buena velada en compañía de Bach, nada mejor que un exquisito oporto. Un tawny de 10 años en adelante o, si el presupuesto lo permite, un vintage de Taylor's, Dow, Fonseca o Quinta do Noval Nacional. Su complejidad y su riqueza aromática y de sabores enaltecen la aparente simplicidad de la obra del músico barroco alemán.

De todas formas, existen tantas combinaciones como gustos. Prueben y luego me cuentan.

Un siglo de desfase

La música, al contrario de las otras artes, va con un siglo de desfase respecto a los gustos del público. Mientras que hoy en día los consumidores de cultura esperan con ansiedad el último lanzamiento editorial de sus escritores favoritos, la última película o la exposición más reciente de cualquier pintor o escultor, programar a Debussy (muerto en 1918) se considera un riesgo para los programadores, que huyen espantados de ciertos repertorios ante la posibilidad de ver su sala vacía. No hablemos ya de la música posterior y vanguardista de los Cage , Stockhausen , Berio , Boulez ... Eso queda para los circuitos alternativos.

En tiempos de Beethoven , Mozart , Brahms , Wagner o Stravinsky la gente hacía cola para escuchar sus últimas obras, al margen del escándalo o la controversia que pudiesen provocar. Ahora sencillamente se ignora y no pasan de ser estrenos en festivales especializados auspiciados por instituciones públicas o grandes corporaciones deseosas de poseer un catálogo de creación contemporánea.

Los compositores hace tiempo que dejaron de buscar conexiones con los oyentes. Han delegado esa función a la música popular y se han centrado en búsquedas expresivas y en la explotación última de un lenguaje al que han acotado de tal forma que parece agotado. El futuro plantea unas cuantas interrogantes que el tiempo aclarará, aunque no augura un futuro muy prometedor.

Todo este discurso plantea una curiosa disyuntiva: ¿El creador crea para el público o para sí mismo? Posiblemente, casi el cien por cien te dirán que lo hacen para sí mismos, pero es una verdad relativa. Un artista pinta, escribe o actúa impulsado por necesidad o por explotar un talento, pero con la íntima necesidad de comunicar. La clave está en la forma.

 

Buen vino, buenos precios

Buen vino, buenos precios

La leyenda que existe respecto a que para beber buen vino hay que gastarse una fortuna no se cumple, afortunadamente, en España. No se cumple parcialmente. En los últimos años, el precio del vino se ha disparado en nuestro país hasta alcanzar unos niveles prohibitivos. Pero existen todavía algunas joyitas a menos de ocho euros que merece la pena probar.

El perfecto ejemplo es Casa de la Ermita, quizás el mejor vino con relación calidad precio de los que se hacen en España. Un jumilla que resulta sabroso, redondo. Prueben a descorchar una botella un día de frío y acompáñenla de un buen queso idiazábal y verán que rico. O un Arrocal , un rioja de corte moderno pero con la esencia intacta del tempranillo clásico. Ideal para acompañar una buena carne a la plancha o un plato de caza no demasiado complejo.

Otra buena opción es el Ercavio Roble, un tempranillo de corte muy moderno que, bajo la denominación de Vinos de la Tierra de Castilla, muestra la tendencia de los vinos del futura: presencia de fruta, profundidad en el gusto y buena estructura.

Son tres buenos ejemplos. Pero hay otros muchos que merece la pena descubrir. Lo iremos haciendo en sucesivas entregas.

Kapuscinski nos ha dejado

Kapuscinski nos ha dejado

Hoy nos hemos levantado con una pésima noticia: Ryszard Kapuscinski ha fallecido. Con él se marcha una de las mentes más agudas y certeras del periodismo del S. XX. Durante 50 años ejerció de conciencia pública y agitador de mentes adormiladas por un proceso de globalización que nos hace olvidar, con demasiada frecuencia, que vivimos en un mundo profundamente desigual.

Kapuscinski nos muestra a través de sus libros y artículos un mundo plural, de contrastes, donde las particularidades de los países que visitó los hacen verdaderamente universales. Humanizó como nadie los conflictos bélicos que cubrió para la agencia Polish Press, en cuyas crónicas latía siempre el corazón de las víctimas inocentes y las circunstancias provocadas por la irracionalidad humana. Lo que hoy cínicamente se denominan "daños colaterales".

La claridad expositiva, la economía de medios y un lenguaje directo eran algunas de sus principales características. Su estilo, preñado de originalidad, no ha creado escuela. Es imposible. Los personajes únicos no tienen continuadores, solo imitadores.

Con su ausencia el mundo es un lugar un poco más pobre, un poco más limitado, un poco más frío.